Con espíritu de alegría y comunión eclesial, los diáconos permanentes de la Diócesis San Juan Bautista celebraron este viernes su Jubileo, en el marco del Año Santo convocado por el Papa Francisco. La jornada comenzó con una peregrinación desde la Ermita de Schoenstatt hasta el templo jubilar San Juan Bautista, oportunidad en que recibieron la Indulgencia Plenaria, signo de gracia y renovación espiritual.
La Eucaristía jubilar fue presidida por el obispo diocesano, Mons. Tomás Carrasco y concelebrada por el padre Ricardo Sotelo. El pastor en su homilía recordó la convocatoria del Santo Padre: “Este año el Papa Francisco, de feliz memoria, nos ha invitado a vivir el Jubileo con el lema Peregrinos de la esperanza. Y cuando nos hacemos peregrinos y caminamos en nuestra Iglesia es porque tenemos una meta: la unión íntima con Dios en la vida eterna”, señaló.
El obispo subrayó que el mismo Cristo es quien marca ese camino: “Para llegar a la casa del Padre, yo soy el camino —dijo Jesús—, y esa es nuestra esperanza. Una esperanza que no defrauda, porque aquel que nos dio su palabra, la dio para siempre. Su palabra es verdad y vida”.
Durante su mensaje, Mons. Carrasco destacó también el profundo sentido del ministerio diaconal: “Y diácono significa servidor. Los ha sacado no para que luzcan con un alba o con un ornamento, sino para que su vida sea la que alumbre en medio de la sociedad, en el trabajo, en la familia y en los lugares donde se encuentra”, expresó el prelado, enfatizando que el testimonio de vida es el verdadero signo del servicio diaconal.
Asimismo, recordó que la mayoría de los diáconos son hombres casados, llamados a servir junto a sus familias, y celebró la riqueza de esta vocación en la Iglesia local. “Nos alegramos por este regalo que Dios hace a la Iglesia y por los 14 varones que comenzaron su proceso de formación hacia el diaconado el año pasado. Es un verdadero regalo de Dios para nuestra Iglesia calameña”, señaló.
La celebración concluyó con un momento fraterno entre los diáconos y sus familias, en un ambiente de gratitud y comunión, reafirmando su compromiso de servir con humildad y esperanza al Pueblo de Dios, como verdaderos “peregrinos de la esperanza que no defrauda”.