Con profunda emoción y gratitud, la comunidad diocesana de Calama se congregó este jueves en la Catedral San Juan Bautista para participar en la Misa de exequias por el eterno descanso del Papa Francisco, fallecido recientemente en Roma. La celebración fue presidida por el obispo Tomás Carrasco Cortés y concelebrada por sacerdotes y diáconos de la diócesis, en una liturgia marcada por la oración, la memoria agradecida y la esperanza cristiana.
Entre los asistentes destacaron autoridades regionales y provinciales, religiosas, religiosos, fieles laicos y delegaciones de diversos colegios, que se unieron para despedir al pontífice argentino que, desde su elección en marzo de 2013, marcó con fuerza el rumbo de la Iglesia católica, con su estilo cercano, su mensaje de misericordia y su llamado permanente a una “Iglesia en salida”.
Durante su homilía, el obispo Tomás Carrasco recordó la figura del Papa Francisco como un pastor con el corazón de Cristo, que ejerció su ministerio con ternura, cercanía y valentía profética. “Un hombre capaz de mirar la realidad no solo para asombrarse, sino para actuar, dejando su corazón en las manos de Dios”, expresó.
El obispo evocó diversos gestos del pontífice, desde su cercanía con los presos y marginados hasta su firmeza al corregir lo que fuera necesario dentro de la Iglesia. “El Papa murió con el báculo casi en la mano, como se dice en el sur, con las botas puestas”, señaló, subrayando su entrega incondicional a la misión encomendada.
El obispo también compartió un recuerdo personal de su encuentro con el Papa en Roma, donde le regaló un kilo de miel como símbolo para “endulzar la vida por todas las amarguras que la Iglesia le haría pasar”. Francisco, con su conocida agilidad mental, bromeó sobre el origen del regalo, y le dejó al obispo un mensaje que hoy resuena con más fuerza: “Chile necesita pastores alegres, acogedores y misericordiosos”.
En su reflexión, Carrasco destacó además el legado del Santo Padre en torno a la sinodalidad, la ecología, la misericordia y el testimonio de una fe vivida con alegría. “Que no se apague el fuego que él encendió en nuestras conciencias”, exhortó, llamando a continuar su obra con fidelidad creativa y servicio a los más pobres y descartados.
La Misa concluyó con un llamado a orar por el Colegio de Cardenales que deberá elegir en mayo al nuevo Sucesor de Pedro, pidiendo al Espíritu Santo que conceda a la Iglesia un pastor con el corazón de Cristo. “Descansa en paz, Papa Francisco —concluyó el obispo—. Gracias por tu entrega sin reservas. Que la Virgen María, a quien tanto amaste, te reciba como hijo predilecto”.
La celebración religiosa se vivió en un ambiente de recogimiento, fe y profunda como ocurrió en los días anteriores en los que la comunidad se volcó a rezar por el descanso eterno de Su Santidad en comunión con la Iglesia universal, que llora, pero también da gracias por la vida y ministerio de un Papa que marcó con fuerza el rostro de la Iglesia especialmente en el continente americano.